Tormenta de impuestos: la montaña parió un ratón
3 min readFernando González Urbaneja | La secuencia de los hechos es relevante para el desenlace y tiene que ver con el enfrentamiento electoral. Detrás y en el fondo de este debate o de esta tempestad no hay doctrina ni teoría, no hay documentos con propuestas fundamentadas, son sólo pinceladas con pretensiones ideológicas de poco vuelo y mucho engaño.
El partido de la oposición, con Núñez Feijóo a la cabeza, intentando marcar la agenda, ha propuesto una bajada de impuestos de base amplia como mecanismo para devolver a los contribuyentes los excedentes recaudados por la inflación. Además, el presidente andaluz anunció el cumplimiento de una promesa electoral: el tipo cero del impuesto sobre el patrimonio con competencia y gestión autonómica.
El Gobierno se puso del lado del Partido Popular, primero para descalificar cualquier bajada de impuestos, y también para advertir que respondería a la neutralización de la recaudación del impuesto sobre el patrimonio con un nuevo impuesto de Estado sobre las grandes fortunas, es decir sobre el patrimonio. Todo ello aderezado con la demagogia de Robin Hood, gravando a los ricos para dárselo a los pobres.
El resultado final es una propuesta del gobierno (consenso de coalición) para proponer una llamada reforma tributaria para reducir los impuestos sobre los ingresos bajos y aumentarlos sobre los ingresos del capital y la riqueza.
Un recauchutado de fiscalidad rota que no va al fondo del problema. Ignora informes de expertos bien fundados que yacen latentes en los cajones del tesoro y sigue siendo cosmético, con ajustes aparentes que no aumentarán los ingresos, estimularán la economía ni reducirán la inflación.
La montaña dio a luz a un ratón. Ajustes que no cambian nada. Es bueno elevar el umbral mínimo para la declaración de impuestos y aumentar la deducción por trabajo, que afectará a muchos contribuyentes, pero sin afectar la recaudación de impuestos. Inventar un impuesto a la riqueza equivalente al que ya está vigente es irrelevante. Llega a muy pocas personas y es poco probable que produzca los ingresos esperados. La experiencia de los impuestos inventados hace un año por este gobierno (tasa Google y tasa Tobin) es elocuente, de lo dicho a lo logrado queda mucho camino por recorrer.
Los ajustes del impuesto de sociedades para las pymes son insignificantes. Lo mismo ocurre con las ampliaciones de rentas de capital por encima de los 200.000 euros (vía ya utilizada hace unos años). O incluso la regularización de módulos para autónomos, un modelo que habría que superar y normalizar porque es uno de los agujeros negros en la ocultación de las bases imponibles.
En definitiva, medidas de baja intensidad con resultados mediocres, que no afectan al corazón del problema fiscal: el agotamiento de las figuras tributarias actuales. Un viaje a ninguna parte, viajando en medio del ruido y la confusión para cambiar nada serio. Cuando se pueda evaluar la reforma, sospecho que afectará ni más ni menos al 2% de la recaudación tributaria.
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