septiembre 8, 2024

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28 de octubre de 1848: Inauguración de la primera línea de tren en la España peninsular

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28 de octubre de 1848: Inauguración de la primera línea de tren en la España peninsular

Una réplica de La Mataró, el primer tren de la línea Barcelona-Mataró. / SEGURO

La ruta de 30 kilómetros entre Barcelona y Mataró se inauguró y marcó el inicio de una rápida expansión de los servicios ferroviarios en el país

El 28 de octubre de 1848 se inauguró la primera línea de tren en la España peninsular tras dos años de obras y supuso el inicio de una rápida expansión de la red ferroviaria. El itinerario era un viaje de 30 kilómetros entre Barcelona y Mataró, en la región de Cataluña.

El tren que realizó el viaje inaugural, apodado La Mataró por el destino final de la línea, era una locomotora de vapor tipo Crewe. Este tipo de trenes fueron diseñados y construidos en la fábrica de Crewe Works, Inglaterra.

La idea de la línea de tren fue concebida por el comerciante marítimo local de Mataró Miguel Biada. Impresionado por la línea de tren que ayudó a fundar en 1837 en Cuba, que todavía era parte de España, Biada prometió unir su ciudad natal con Barcelona.

Biada regresó a España en 1840 y se puso a trabajar en el proyecto del ferrocarril. En 1843 solicitó permiso al gobierno español, que aprobó su petición. Biada atrajo entonces a un centenar de accionistas de Barcelona, ​​Cuba y Puerto Rico antes de crear una sociedad que se hiciera cargo del resto del proyecto.

Pero Biada enfermaría y moriría a principios de 1848, sin ver nunca realidad su visión.

Sin embargo, la línea Barcelona-Mataró ayudaría a marcar el comienzo de una ola de entusiasmo por los trenes, ya que comenzaron a florecer diferentes proyectos ferroviarios en todo el país.

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En junio de 1855, el gobierno español estableció la Ley General de Ferrocarriles. Este fue un acto legislativo decisivo, ya que favoreció el desarrollo de una red ferroviaria nacional, considerada clave para el crecimiento económico y la futura modernización de España.

La ley facilitó la obtención de la inversión extranjera necesaria para financiar la red, así como el establecimiento de lineamientos técnicos integrales, como su estructura radial y ancho de vía.

Como resultado, las líneas ferroviarias españolas pasaron de 459 km en 1857 a más de 5.000 km en 1866.

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