diciembre 19, 2024

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España es diferente / IJF.org

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“España es diferente”, dice el Ministerio de Turismo. Para millones de extranjeros, España es sol, gastronomía y flamenco, un poco más; mucho hedonismo y una siesta todos los días porque la vida es corta. Hay que entender la idiosincrasia nacional y eso quiere decir que a priori el judo es Don Quijote luchando contra los molinos de viento. España es fútbol, ​​fútbol y un poco más allá, incluso fútbol. Luego vienen el baloncesto y el tenis, las motos y la Fórmula 1. Varios kilómetros más atrás, hace su aparición el judo. Aquí es donde comienza la aventura precisamente porque España es diferente.


Quino Ruíz

Para alguien que acaba de aterrizar en Planet Judo, el sistema español es como un sudoku de 8 niveles sin lápiz. Existe una federación nacional con un centro de alto nivel en Madrid, cuya misión esencial es promover el judo entre los jóvenes, cuyos licenciatarios alcanzan los 120.000. El número es alto dada la ausencia del judo en los medios y la preponderancia de otros deportes. Este es un tema que podría ser un desafío para cualquier vendedor. Hay muchos clubes y federaciones autonómicas, pero sobre todo dos polos principales, punta de lanza del judo español. Uno está en Brunete y el otro en Valencia.

Brunete es una ciudad de ocho mil habitantes, treinta kilómetros al oeste de Madrid o, lo que es lo mismo, la mayor concentración de talento por metro cuadrado en el ámbito del judo. Allí reina una leyenda española, Quino Ruiz, de sesenta y cuatro años, cincuenta de los cuales con judogi. En sus inicios, el Reino Unido se convirtió en miembro de la CEE y Richard Nixon visitó China, marcando la primera visita oficial de un presidente estadounidense a ese país. Quino es mundialmente conocido por haber ostentado el mejor récord del judo español hasta 2018, con una medalla de plata mundial y un título europeo y por haber sido entrenador del bicampeón del mundo Nikoloz Sherazadishvili. Sin embargo, el Quino Brunete Dojo está formado por más de cuatrocientos alumnos entre los cuatro y los sesenta años. Es una institución, el motor deportivo de una ciudad y una escuela de élite que se codea con los mejores. Lo que nos interesa es su método.

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Quino Ruíz y Fran Garrigos

Son las nueve de la mañana y ha estado lloviendo a cántaros durante días mientras el resto de Europa disfruta del sol. Quino prepara café en la cocina de su casa y explica su visión del judo. “Para mí, la palabra clave es cariño”, dice Quino. “Cuidar a los estudiantes para que sean felices. Hacemos todo con pasión. Trato de no perderme nada”. Cuando el presupuesto del club no alcanza, está el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, ex judoka y, para Quino, “nuestro ángel de la guarda”. Entonces, cuando el comité tampoco se presenta, Quino siempre cuenta con el apoyo incondicional de su esposa, Maribel, quien hace todo por el bien del club “Ella es mi apoyo moral y económico y los alumnos son como sus hijos”.

La dedicación de Quino es exclusiva, seis días de entrenamiento a la semana y sin vacaciones. Incluso interrumpió su luna de miel para consolar a Niko y Fran Garrigós, que acababan de perder en la primera ronda de un torneo.


Laura Martínez

Todos los días miramos videos, estudiamos oponentes, tratamos de mejorar y practicamos nuevas técnicas. Sus entrenamientos son personalizados, como en el caso de Niko. “Es muy listo a la hora de incorporar cosas nuevas porque tiene un talento natural y una gran capacidad de trabajo. Añado otros detalles muy importantes como el trabajo de fondo.

Un entrenamiento es realmente nage-komi con colchonetas para evitar el dolor, técnicas perfectas, defensa y ataque y uchi-komi de una forma real. También está la ne-waza y la transición del pie al suelo. “Yo lo que busco es crear el mismo ambiente y la misma intensidad que en un torneo porque considero que para ser el mejor hay que pelear cómo se entrena”. Dicen sus alumnos que Quino lo ve todo, que se da cuenta de un estado de forma o de ánimo de un vistazo. “Soy como un dolor en el culo, presto atención a todo. Durante un partido, desde la silla, observo a mi judoka, al oponente, al árbitro, incluso a la mesa de árbitros.

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La pasión es obsesión y la de Quino es hacer las cosas bien, pero siempre con un trato exquisito y muy cercano, familiar. “No concibo el judo sin tratar a las personas con amabilidad. El respeto no es sumisión.

Niko, Fran, Cristina Cabaña y Laura Martínez son la flor y nata del club. Ganaron importantes títulos y medallas. También vigilan a Quino desde su posición. “Es de corazón, dice Niko, de constancia y de exigencia porque es el primero en darlo todo. Ahora estamos mejor, sobre todo mentalmente.


Nikoloz Sherazishvili

Fran, Cristina y Laura están de acuerdo con Niko; para ellos, Quino “transmite confianza y motiva como nadie. No importa el día del año, ya sea un problema personal o profesional, siempre está ahí para ayudarnos pase lo que pase. Hay algo más, según ellos, en tratar a todos. “Él sabe que no me sacará nada gritando”, dice Laura. “Yo, por otro lado, necesito una palabra dura de vez en cuando”, dice Cristina. Quino los mira a todos de la misma manera y los hace mejores judokas porque con él todo sueño es posible porque lo cree. Además, ¡cocina bien! El Arroz con Pollo de Quino debería ser una receta para cualquier restaurante con estrella.

Quino es una destilación de bondad, amor, altos estándares y ambición deportiva. También es un reclamo. Quino es detenido en las calles de Georgia y desde hace tiempo tiene a su servicio a un judoka georgiano a la espera de la nacionalidad española. De seguir así, las relaciones bilaterales entre ambos países acabarán negociándose en Brunete. “Son muy buenos judokas pero no consiguieron integrar el primer equipo de Georgia. Les estoy dando una nueva oportunidad”, subraya Quino. La diferencia y, sin duda, la clave del éxito es que los judokas que vienen de fuera no se limiten a sacar su nuevo pasaporte, competir con otra bandera, gracias y adiós, en Brunete van al colegio, aprenden el idioma y comen como el resto de españoles, es una inmersión total para que la adaptación sea absoluta.

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Niko Sherazadishvili y Tristani Mosakhlishvili

La última perla se llama Tristani Mosakhlishvili, Tato para los amigos. Ahora que Niko está dando sus primeros pasos con -100 kg, Tato ha tomado el relevo con -90 kg y en la lona es un monstruo. “A veces, Niko tiene problemas para manejarlo en la lona”, admite Quino. Como no lo creemos, Quino nos invita a asistir a un randori entre los dos. “Es un animal”, dice Quino, “hace mucho tiempo que no veo nada igual” y precisamente, al día siguiente de nuestra llegada, Tato tiene que jurar la Constitución de España.

Todavía llueve a cántaros y hace frío, pero Quino no se inmuta y sus alumnos sudan en un entrenamiento diseñado para mejorar y divertirse. Lo dejamos allí con la promesa de volver a vernos pronto y la certeza de hacer algo grande este año. “Si no lo creyera, no haría esto”. Gracias por todo, el arroz estuvo divino, el café nos despertó y la hospitalidad fue legendaria. Vale, no tenemos paraguas, pero nos vamos a Valencia.

A seguir…


Laura Martínez y Cristina Cabaña

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