noviembre 7, 2024

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Amargura – Infobae

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La reacción de Juan Martín del Potro al perder su partido ante Federico Delbonis por la competencia individual masculina del Abierto de Argentina en el Buenos Aires Lawn Tennis Club de Buenos Aires (REUTERS/Matias Baglietto)
La reacción de Juan Martín del Potro al perder su partido ante Federico Delbonis por la competencia individual masculina del Abierto de Argentina en el Buenos Aires Lawn Tennis Club de Buenos Aires (REUTERS/Matias Baglietto)

El retiro de Juan Martín del Potro contiene un sentimiento que nadie encuentra en las frases hechas de la psicología imperante en este tieras como in pocas. Ni duelo, ni complejo que pueda acomodarse de algún modo, nada de ese mazo de naipes donde todas las cartas valen para todo. El reino psicológico no funciona en el caso de Juan Martín del Potro. Solo hay lugar para la amargura, que es muy distinta. Un pelota en el corazón que oculta por pudor, por soportar y no dar alimento a los demás. Tampoco con la crónica pelada de la administración desastrosa- el padre, el veterinario que no se limitó a vacunar novillos, vaquillonas, terneros, toros, vacas lecheras: los quiso para él, ser otro, un escaloncito más alton- ni con un aire de melodrama que, menos mal, no se produjo. Confiado y seguroni siquiera ha de haber imaginado que el padre administrador se hizo de 9.000 ha, propias o arrendadas una enormidad, más lo que conlleva el manejo de los negocios específicos y otros menos fáciles de divisar. Todo lo empleado en los premios obtenidos por Juan Martín y su carrera que lo condujo a la posibilidad de ser el número uno. Todo lo que guerreó en los tribunales hasta los 26 millones de dólares que recibió.

Al dejar al menos en la gran competencia, se lleva a la espalda la amargura. Y la amargura no está codificada en esas sentencias psi que llenan los medios: casi no existe sin su licenciada y su licenciada en cualquier orden. De modo que el tipo que carga sus enseres al hombro y se marche al entrar o irse de cada partido tiene desde el inicio su gota amenazante de amargura: con el triunfo o la derrota, entra y sale solo su alma. Las lágrimas contenidas, de espaldas y con la toalla cubierta, fueron respetadas con discreción y cariño. Hasta ahi. Con el respeto que hacen retroceder el sentimentalismo desgarrado y la idolatría irracional. Como respuesta adecuada para el modo, el estilo Del Potro. Una sonrisita, ojos inteligentes, muy al tanto de la manera de andar por la vida con su encanto personal lo llevaron a todas partes. Estrella en un circuito y negociación- no se critica por eso, no tiene sentido- con atletas capaces de jugar Durante cinco horas, secarse un poco la cara, saludo corto entre el que gana y el que perder, que aquí no hay empate, capaz al suelo caminando y solos. Ese inicio o fin de partido es la soledad absoluta y cada espectador, con la cabeza de izquierda a derecha, de a izquierda a derecha cuando pasa la red lo notan. Súper atletas. El arte y el poder de Federer, la poderosa Serena Williams, el casi imaginario Rafael Nadal, Djokovich, tantos. Y Del potro en el cenit de donde fue bajado por lesiones y operaciones sin fin hasta agotar y expresar al fin su imposibilidad.

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Callado, sensitivo a la mujer, más silencio que palabras resulta hermético y dentro de un círculo propio que no infringe: nunca ha aceptado entrevistar una mano a mano. Solo tenis, nada más allá y ni nada más cerca, ahora embargo tras embargo por lo adeudado en los manejos voladores de quienes lo manejaron, no dice una palabra sobre el tema. Como si quisiera poner el affair Del Potro- errores yo delirios de Daniel, padre y dueño de los números- guardar el vínculo entre el hijo y el padre muerto en enero. . El modo Del Potro: sin negarse a los placeres y buenos momentos, guarda un gen Tandil, lindísima tierra nimbada por una brisa tradicional y conservadora.

Juan Martín del Potro (Foto: Franco Fafasuli)
Juan Martín del Potro (Foto: Franco Fafasuli)

¿Y ahora?

Ahora lo que viene. Los deportistas dibujan un círculo: la lucha de aguantar y la hora de dejarlo. No es que no pase con casi todos pero sin la gloria y la fortuna. El tenis puede poner un escenario especial: los partidos ponen cada célula sin dialogar, sin decir nada. Se escucha solo el golpe-toc, toc, toc-que golpean los raquetazos o el deslizarse sobre el suelo para alcanzar y frenar, forman el idioma en cuestión.

Lo han dejado atrás Guillermo Vilas, Coria, la divina Gabriela Sabatini por poner números sonoros. Así funciona, inexorable. Quedan algo desinflados de animo porque les alcanza una chirriante madura en juventud: empiezan niños, abandonan sin tener adolescencia.

Puede que la pregunta más pesada sea qué pasará con él, los bancos, el deber de pagar lo que se adeuda. Al conversar con el mayor conocedor del tenis en el país testigo de una increíble cantidad de torneos y sus protagonistas, se pudo saber que los tenistas de mucha cotización ganaron lo obtenido en premios el cuarenta por ciento. Las ganancias gordas vienen de la publicidad, las exhibiciones – Federer en el edificio más alto del mundo, en Dubai -, el pago por concurrir a determinados lugares, posibles series y libros. Las zapatillas que usan formas contratos de muchos ceros. Las marcas en las remeras y camisetas no están por casualidad. La suma es, con gran diferencia, mucho mayor que lo premiado, aunque para pactar debe ganarse, tener seducción natural, juegos de triunfo o derrota epica.

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Lo destruido por malos manejos no hará que el de Tandil quede a la intemperie. Se suelen historias parecidas: la española Arantxa Sánchez Vicario, a mitad de los ochenta primera de all y hoy, ahora, en dificultades económicas luego de que la abandonara su marido Josep Santacana no sin vaciar toda cuenta. La dolorosa frustración y sufrimiento de Guillermo Pérez Roldán, uno de los buenos, no solo despojado de lo conseguido sino también mortificado con malos tratos, golpes, agresiones mentales. No pudo romper la relación perversa.

Puede presentirse lo que vendrá a Juan Martín del Potro, por configuración y por algo en qué apoyar la espalda. Se fuehay que irse un diapero a flote.

Tendrá que navegar contra mucha adversidad y navegar lo que queda. Con amargura, la bola negra en el corazón, apenas sonriente, digno, altísimo. Como un palo mayor.

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